Sí, sí, sí… ella lo sabía. Existían esas princesas tímidas y ojerosas, dulces y viciosas, juguetonas y risueñas que asomaban la cabeza por la almena y miraban el horizonte anhelando su melena. Ella se codeaba con los duendes regordetes, las sirenas pelirrojas, los guerreros con pechera de hiel, los que entonan serenatas y que con su voz angelical enamoran erizando la piel. Que no existían los conejos sin relojes, ni doncellas sin bestias feroces… que los cuentos son reales y lo que haga y pida… grita al que oye sus voces.

Sí, sí, sí… ella lo sabía. Brujas guapas, reinas feas, diosas niñas, mujeres sin tiña, que sólo el caballo deja heces y orín al galope de su grupa… y de que linda manera. Y

desde su balcón,
asomada,
riega mar al que la besa,
sal y miel,
blanca luna,
diosa a los pies,
del cielo que la empuña

¡¡Escúchala!!... pide más, quiere más

Jadea