Revuelve entre los contenedores, entre las bolsas, rebusca pequeñas cosas, hacendosa, laboriosa. Sus pequeñas manos tiñosas se ríen, hacen una lista de las miradas vacías. Toma esas insignificantes, desembarazadas cosas, guiña un ojo, escucha su alma, la despertó la Aurora y es trabajo ahora lo que toca.

Nuevas margaritas
florecen en mi maceta,
las nubes y Tor,
mi jaula de oro,
tu calor,
tu deseo,
mi descaro divino,
mi corazón en un río
de viciosa flor

Ella sigue, no me ve, revuelve, revuelve y vuelve a recoger, lo guarda en un carrito, a un lado de su retoño engendrado por el vino.

Me miro, pienso… yo también guardé mi cajita, mi tesoro… ¿dónde está? Fotos, cartas, sueños, gritos rotos… dedos que se pierden en cuevas de dragones, caricias frescas, añeras depravadas, libres de dogma, destetadas de las agrias leches de los gavilanes sin corazones.

Ha cogido algo entre sus manos, lo mira, sonríe, lo aprieta contra su pecho limpio de culpa, de razones. Se vuelve sin prisas, sonríe a su pequeño, cierra bien su mochila y emprende camino… con su tesoro