La terraza lo dispone todo; cerveza fría, una tapa, los transeúntes, las gafas de sol y el ruido rodado sobre el asfalto, una sombra, un libro vacío sobre mis manos.

Les oigo, se recriminan no haber cuidado limpiar las gotas de los meados, una llamada, un ¿cómo estás?… los niños juegan con los gorriones, Julia confiesa a Pepa no haber tenido en su vida un jodido orgasmo… Juán besa a María y entre jadeos le pide poner su polla sobre sus labios.

Me llevo la copa a la mano, ellos huelen tu cercanía, pero no encuentran esa silla a mi lado...

Podrían desmentir una y otra vez que enloquezco cada vez que retiras mi ropa a solas en tu cuarto, cada vez que te ciegas en salir corriendo de un mundo negro barato. Desmentirían que soy tu puta, vendida al jugo que vierte tu cuerpo sobre tu mano, cada vez que los gritos silencian máscaras que no oirían tocar jamás aquel viejo saxo.

Desmentirían que pasear entre estrellas es cada uno de tus besos al cuidar de mis sueños prelados, desmentirían que puedo ser simplemente tu hembra. Desmentirían que puedo ser tu señora sonriendo a tu ocio en otro lado.

Y todos afirmarían si les contara como la distancia no existe para dos almas que pasean de la mano, una tarde de verano.

Pero hoy he decidido sonreírles, guardar el secreto y seguir disfrutando.