La pipa

… en mi salón dos espacios habitan, uno negro y otro blanco, separados por dos escalones de mármol. Expiran su conjunción en el cuerpo de una escultura, un joven desnudo, que enardece la altura de los techos y se dirige hacia un jardín que se sirve de ópalo noble y de la luz para sus invitados.

He colocado dos grandes sofás modulares, piezas de puzzles caprichosos, uno crudo y otro con la estampa de un festín floreado.

Aunque el mayor de sus tesoros es un mueble de madera, del tamaño y la envergadura precisa para alojarse en un rinconcito, a la vista y sin perder el aire requisado, colonial. Entre sus innumerables virtudes cuenta con un cajón lateral, de donde cuelga unas pipas. Una de ellas…

Me acaba de ser vendida.