Porque Sí

Nunca olvidaré aquel viaje. Mi hermano y yo jugábamos al Exin Castillos cuando mi madre nos dijo que nos vistiéramos, que debíamos irnos. Mi padre era un hombre grande, andaba inquieto de un lado a otro de la casa, rebuscaba papeles en los cajones y preparaba una maleta. No era la primera noche.

Siempre nos gustó viajar, recuerdo el silencio en aquellos viajes, el espacio que nos proporcionaba a Alex y a mí los asientos traseros del tiburón. Cada uno a un lado, dormidos.

Aquel fue nuestro último viaje juntos…


Nunca olvidaré aquellas noches. Los días eran largos, mi pequeña daba sus primeros pasos y el trabajo importunaba las horas que se hacían eternas en espera de sus abrazos, de sus canciones a dos manos y esa sonrisa al quedarse dormida. Llegar a casa y encontrarle en el sofá, callado, en silencio. Un vacío que sólo quedaba acariciado por esas gotas que recubrían mi cuerpo sudoroso, sin voz y sin techo.

Aquel sería nuestro último beso…


Nunca olvidaré esa plegaria insulsa a un espacio concedido, no por voluntad, sino por derecho. Nunca olvidaré la cobardía oculta tras el silencio sin sentido. Las lágrimas derramadas al ver mis alas sangrando la ignorancia. Nunca olvidaré que la peor mordaza es la que no escucha, la que oculta su rostro bajo la tierra esperando que el propio griterío del corazón salga despedido por el culo en lugar de por la boca.

Aquel será su último derecho…

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Nunca, nunca quiero olvidar tu voz, tu mirada volcada al interior, abriéndome La Puerta, bebiendo de mis manos caricias y respeto, mojándose en tus labios, acunándose en unos brazos que sólo a nosotros pertenecen, unos brazos que tienen todo el sexo fundido y se sirven al paladar de dos personas en ese instante en el que no hay nada más en el mundo que se pueda confesar.

Este es… porque sí