8/10/09
Un ave innata, las mil patitas de sus alas,
me buscan en el sol.
Hoy mi lengua es torpe,
mis ojos están envueltos por piel, uñas
y tengo un mensaje.
“Hacemos sin hacer, y todo se hace”
En ocasiones… te desnudas para mí, te descubres, te reencuentras en el vuelo de una mariposa sobre tu espalda. Yo abro las ventanas para que entren las criaturas que golpean mis cristales. El aire viene colmado de efluvios y tranquilidad, me sonríes a los pies de mi cama. Las extensiones de tu piel son plateadas, rodeadas por mil rocas, y se bañan en mí. Penetran. Fálicas.
“Cascadas azules, remansos verdeados por helechos, volcanes que devuelven a la tierra lo que siempre fue de ella.
La tierra se habita hombre,
con vuelo de fuego,
piedra en cenizas.
Las aguas en el cielo, los ciclos anteriores a las siembras, las nuevas capas: Rojo, amarillo, naranja… resplandeciente.
Es la tierra de oro oculto y pobre, cubierta por una luz que no permite entrar otros ojos…”
Te pienso, te ensueño… me abrazo en el deseo, lo acuno, giro, me enredo y desenredo… saboreo el capricho sobre una baldosa de mi hogar.
“… la serpiente alada gime,
danza su melodía a las estrellas;
los dragones se abren paso en las profundidades, anclando la existencia.”
Las últimas copas, rebosantes, la sabia en manos de un soplo del viento te lleva a través de su voz la humedad de mis labios y mi piel.
Algún eco de mi silencio.
4/10/09
Hay un momento en la vida de un ángel en que sabe que ha de vestirse de negro. Vamos a llamarlos ángeles: pequeñas hadas, duendes, o el vecino de enfrente. La imaginación es el arma más temida y cotizada por la humanidad. Aquí, en este mundo, es vital.
Ese día deberán vestir un traje entallado, ajustado, incluso lascivo y perverso. Sacan el látigo y atizan los techos que se alimentan de alimañas, tiran abajo los templos e incluso guardan sus alas en algún baúl. Se parafrasea el valor en su mente. Respeto, dignidad, humildad. Toda batalla liberada debe concluir con un fin; toda batalla en ellos tiene un fin digno de merecer el sudor rojo de sus combatientes. Mis ángeles lo saben, gozan de grandes almas.
El miedo y la derrota sacuden las entrañas, liberan una extraña energía incontrolable y plausible a su alrededor. Los ángeles también lloran, temen, incluso zozobran sus misiones en el campo. Pero siempre algo los distinguirá… su voluntad, la firmeza en sus principios.
1/10/09
El roble, en la espesura de la noche, el sonido de un carruaje, tirado por nueve corceles se aproxima. Su herraje, cada gemido se agarra y entremezcla en el viento que decide hacerse eco de su corneta. He visto el primer destello en la lejanía, la tersura de mis muslos responde, resplandece, se insinúan deslizantes, osados , el pecho al aire desnuda mis hombros, mi pelaje… La envidiosa, la envidiada, la hechicera, la Dama Blanca, Circe.
Las columnas se alzan victoriosas, aquellas que han sabido de batallas en los tiempos, tormentas y bestias ahorcadas de cada peñasco entre mis dedos. Ahora florecen, se descaman de mi piel al compás del grito en mis pezones y vuelven a la tierra contándose en millones de cenizas multicolor. Florecen. El roble negro, el sonido de su carruaje tirado por nueve corceles…
En la espesura de la noche
En la cabecera de tu cama hay un cuco de tres alas doradas que canta tus sueños. Dormitas, excitado, sudoroso, acercas la mano a tu polla entrevelado, rígida, robusta, insultante. Estoy ahí, la uso, me penetro, te cabalgo: canta el cuco- te digo, en un susurro. Tú creas el cuco? No, yo tampoco… lo sabemos, lo escuchamos y canta.
Justo en el instante en que no puedes más,
en el instante en que su ala gira,
arrancas en un grito y el semen que fluye por el aire es recogido en mis labios.
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