
No veían, no sabían de sus cuerpos,
almas desnudas, enfocados, sedientos, el claro de luna, una daga, una rosa, la tierra húmeda de deseo, el furor, el fragor de sus ojos, ávidos, poseídos por sus sangres mezclándose, piel a piel, mano a mano, abalanzándose una sobre otra, girando… girando, fundiéndose… bebiéndose, creciéndose alimentadas por el viento, crepitantes, chispeantes, ondulantes elevándose al firmamento… vampirescos, salvajes liberados, aunándose en un circulo de fuego, en una hoguera, entre los griteríos y los tambores que lamerían incesantes por toda la eternidad.
No, mi tesoro… no hay mas vencedor que una estrella que guía, una que conduce hasta el lugar donde agua, tierra, aire y fuego escapan en un grito por la ventana lánguida del tiempo y pasea entre las nalgas de unos dioses que se arrodillan ante el hechizo de unos mortales y su pasión.